Quiasmos en el Libro de Mormón

Por John Welch

Siempre había valorado y respetado el Libro de Mormón; pero no fue sino hasta que empecé a verlo como un testimonio ante eruditos, que comencé a darme cuenta del gran respeto que este libro en verdad merece. S¡n ninguna vacilación, se puede decir que el Libro de Mormón es admirado intelectualmente: contiene más de lo necesario para con-siderársele, teniendo en cuenta cualquier serie de normas establecidas, uno de los libros más admirables en la historia de la humanidad. En las últimas décadas ha surgido una gran variedad de materiales antiguos, incluyendo muchísimos escritos religiosos que corroboran la respetabilidad de este gran libro y que cambian radicalmente ciertas opiniones estrictas que los eruditos tenían hacia la literatura sagrada.

Sin embargo, el presentar este material en conexión con el Libro de Mormón a personas letradas acarrea problemas especiales: pocos de ellos van a permitir que se les convierta por el poder del Espíritu Santo. Pero, ¡cuán significativo es el que muchas de estas personas, aunque no han sido convertidas, queden convencidas por el Libro de Mormón! Y aunque los testimonios no son el producto de teorías académicas o de conclusiones versadas, existen aquellos para quienes una convicción intelectual puede despertar una sensibilidad espiritual.

La mayoría de nosotros ha tenido experiencias con el poder convertidor del Libro de Mormón. Pensemos por un momento en cuanto a su poder convincente. Me he dado cuenta de que de la misma forma en que con gran poder el Libro de Morrxión se comunica con mi espíritu, con toda elocuencia se comunica con mi mente. Posee una inmensa capacidad de convencer a los estudiosos de que lo deben aceptar seriamente. A continuación presento algunos ejemplos que sirven para ilustrarlo que quiero exponer.

Mientras me encontraba en Alemania, asistí a una serie de conferencias en la Universidad de Regensburg, dictadas por un catedrático ilustre. En una de las conferencias el tema que se trató fue el quiasmo en los evangelios según Mateo y Marcos. Es una forma antigua del arte literario, empleada con gran frecuencia en la Biblia. Un pasaje que se escribe en esta forma de estilo está dispuesto de manera que el primer elemento en el pasaje sea paralelo con el último, el segundo con el penúltimo, y así sucesivamente hasta llegar al centro. Durante sus presentaciones, el profesor recalcó varias veces que la presencia del quiasmo. especialmente en el Evangelio según Mateo, era una evidencia del razonamiento del Cercano Oriente y no del pensamiento occidental. Poco después de concluidas sus presentaciones. hice arreglos para hablar con el profesor en su oficina. Mi propósito era el de mostrarle cuatro pasajes complejos escritos en forma de quiasmo que había encontrado en el Libro de Mormón. (Mosíah 3:18-19. 5:10-12; Alma 36 y el libro de 1 Nefi.) Nuestro encuentro fue breve, ya que la evidencia del pensamiento antiguo oriental que se encontraba en el Libro de Mormón no necesitaba mucha explicación: y el profesor, confuso por lo ineludible de la conclusión para la que él mismo había establecido las premisas, quedó convencido y sin nada que decir.

Un segundo erudito fue uno de los teólogos católicos más prolíficos de la década de los 60, que también había escrito sobre el quiasmo en el libro de Mateo. Se trataba de un sacerdote Jesuita que vivía en un monasterio en Austria. En vista de que yo había tratado de entablar comunicación con él para darle a conocer información sobre mi estudio del Libro de Mormón, quedé muy agradecido cuando recibí su invitación para ir a visitarle. Cuando lo hice, pude decirle mucho de lo relacionado con el Libró de Mormón. Aunque él ya había oído y leído de su historia antes, nunca se había detenido a pensar en él. Gran parte de su obra profesional habla tratado el libro de Mateo, demostrando que era un documento de gran exquisitez literaria, escrito conscientemente con una estructura compleja y no únicamente narrativa. Una de las evidencias que utilizó para probar su punto fue la presencia de estructuras paralelas de cuatro y ocho partes que se encuentran en Mateo, de las cuales una de las más notables está en Mateo 5:3-10. las bienaventuranzas. Lo interesante del caso es que el Libro de Mormón también usa estructuras de cuatro y ocho partes: de manera que cuando le mostré algunos de estos ejemplos en el discurso del rey Benjamín en el libro de Mosíah: y otro muy convincente en Alma 34:18-25, su falta de interés hacia el Libro de Mormón pronto desapareció. Hacia el final de nuestra conversación, este erudito, que en sus más de sesenta años de estudios había visto muchas cosas y adquirido toda clase de conocimiento, seriamente movía la cabeza en señal de aprobación. En forma muy particular recuerdo la manera en que sus ojos hicieron eco al entusiasmo que yo sentía por el Libro de Mormón. Concluyó nuestra conversación diciendo: "Aquí has encontrado mucha vida, y una vida entera de trabajo".

Otro encuentro que resultó ser una experiencia muy provechosa fue con un estudiante que tenía el doctorado y estudiaba historia de los primeros días del cristianismo en el Instituto Pontificio Bíblico en Roma. Por lo que podía yo ver, este brillante erudito había recibido todo honor y privilegio de estudiar teniendo a su disposición las grandes bibliotecas del Vaticano. Un amigo nos presentó durante una reunión planeada específicamente con el propósito de examinar el Libro de Mormón, y en particular algunos de sus textos rituales e históricos. Por ejemplo, analizamos en forma descriptiva la filosofía de Lehi y su manera de actuar en relación con los asuntos internacionales contemporáneos. Los gobernantes de Israel se habían aliado con Egipto en contra de su común enemigo. Babilonia. Sin embargo, Jeremías había criticado en forma muy vehemente esta decisión, y parece existir evidencia de que las opiniones políticas de Lehi eran tan poco populares como las de Jeremías. Una de las ciudades aliadas de Babilonia era Sidón (en Fenicia), a pesar de que su ciudad hermana, Tiro. se había unido a Egipto. La gente del Libro de Mormón con frecuencia usaba el nombre Sidón: existe una ciudad llamada Sidón, un río conocido como Sidón y hasta un hombre llamado Gidgiddona, que, según el doctor Hugh Nibley, de la Universidad Brigham Young es el nombre egipcio de Sidón. Sin embargo. el nombre de Tiro nunca aparece de nin-guna forma en el Libro de Mormón, a pesar de que en el Antiguo Testamento los dos nombres están constantemente ligados entre sí; uno casi nunca aparece sin que se mencione el otro. Esta preferencia que aparentemente existía en el Libro de Mormón por Sidón en vez de Tiro encaja perfectamente en la situación del mundo que Lehi conocía, y corrobora las deducciones del doctor Nibley de que Lehi posiblemente era un comerciante de gran influencia en ciudades extranjeras, cuya seguridad y prosperidad las garantizaba el Chuwa, o "contrato de amistad", que protegía a un extranjero en otra ciudad-estado. Es natural que, aunque conocía el egipcio, él (al igual que Jeremías) lamentara la alianza de Israel con Egipto, pues podía ver que su nación estaba perdiendo su seguridad. (Véase Approach to the Book of Mormon, Curso del Sacerdocio de Melquisedec, 1957, pág. 52.)

Este fue sólo uno de los muchos aspectos que yo deseaba analizar con tan eminente erudito, aunque al principio temía que nuestro encuentro iba a ser un tanto difícil. El había leído varios de los capítulos del Libro de Mormón y los había entendido con bastante precisión, considerando que era la primera vez que los leía, pero su conclusión había sido de que el libro no tenía esencia alguna. Examinamos una y otra vez lo que él había leído, considerándolo desde puntos de vista diferentes. Después de muchas horas y de muchas palabras tuvo que admitir que el libro era de gran significado. "Esto es un libro", dijo, "que es imposible pasar por alto."

En mi último año de estudios en la Universidad Brigham Young participé en el concurso nacional para recibir la beca Woodrow Wilson, nombre que había recibido en honor de un ex presidente de los Estados Unidos. Una parte importante de este concurso era la tradicional entrevista privada de media hora, en la que tres jueces le hacían al participante cualquier pregunta que quisieran. En mi entrevista, todo iba muy bien cuando de repente, a mitad de la entrevista, uno de los jueces cambió de tema. Mi expediente contenía una copia de mi artículo sobre el Libro de Mormón que había sido publicado por la universidad; de manera que ese fue el tema de su pregunta. En tono algo desafiante dijo: "¿Acaso el Libro de Mormón no roba de la Biblia sus enseñanzas?"

Los siguientes cinco minutos estuvieron llenos de tensión. Empecé a demostrarle que el Libro de Mormón difería de la Biblia en varias maneras muy cruciales. Por ejemplo, en el Sermón del Monte, que aparece en ambos libros, la Biblia, según la versión del Rey Santiago dice: "Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, sin ningún motivo, será culpable de juicio". (Mateo 5:22; cursiva agregada.) La frase que va en cursiva parece ser una interpolación que se le añadió al texto mucho después de que fuera escrito por Mateo. Los primeros manuscritos del Nuevo Testamento no la tienen, ni tampoco el Libro de Mormón (véase 3 Nefi 12:22). La versión Reina-Valera, en español, tampoco la tiene. También hice mención de las numerosas diferencias entre aquellos pasajes seleccionados de Isaías que se citan en el Libro de Mormón y los mismos pasajes en la Biblia; a las similaridades importantes entre el lenguaje figurado del Libro de Mormón y el mismo tipo de lenguaje judío, no bíblico (especialmente en lo que respecta al árbol de la vida y a la importancia de José); y finalmente, a la poesía original como parte de los escritos de los profetas del Libro de Mormón.

Hubo por lo menos dos aspectos que me hicieron pensar que mi respuesta había sido convincente. Primero, uno de los otros profesores por fin le dijo en forma bien directa al que hacía la interpelación: "A mí eso no me parece robar. ¿Ha leído usted alguna vez el Libro de Mormón?" Y segundo, yo fui el ganador de esa beca.

Continué mis estudios posgraduados en filosofía griega en la Universidad Oxford en Inglaterra. Allí también se me presentó la oportunidad de compartir el Libro de Mormón con muchos de mis colegas. Una noche, un grupo de doctos del Nuevo Testamento empezaron a hablar sobre la forma en que la ideología griega antigua había ejercido su in-fluencia en la filosofía del cristianismo de los primeros años. El análisis condujo a un comentario en cuanto al papel que la oposición había tenido en el desarroIlo de la filosofía griega antigua. Por ejemplo, un filósofo llamado Heráclito, que vivió en el siglo seis A. De C., había estado profundamente interesado en el papel que la oposición tenía en el uni-verso; y estudiándola más allá de las oposiciones, deseaba mostrar unidad. Teniendo esto en cuenta, yo mencioné la enseñanza de Lehi: "Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo. . todas las cosas necesariamente serían un solo conjunto" (2 Nefi 2:11). La reacción que mi comentario causó en los presentes fue positiva. Varios expresaron con toda sinceridad el deseo de saber más sobre este texto, especialmente a la luz de la ideología moral de Lehi, y no solamente material, en cuanto a la teoría de los puntos opuestos.

Mas adelante asistí a la Universidad Duke en Carolina del Norte, donde participé en el estudio de una colección de libros apócrifos judíos y cristianos de la época de Jesús. Durante el curso del seminario mencioné algunas veces el Libro de Mormón, pero mis comentarios fueron tomados a la ligera por los demás participantes. Hacia fines del curso, nuestro prominente profesor, que tenía una gran reputación en su campo de investigación, le pidió al grupo que analizara uno de los escritos más desconcertantes, conocido como la "narración de Zósimo". En ella se habla de una familia justa a la que Dios había llevado de Jerusalén antes de su destrucción por los babilonios, alrededor del año 600 a. DE C., y de !a forma en que este grupo escapó a una tierra de bendiciones donde guardaron registros en planchas de metal, lo suficientemente suaves como para grabar en ellas con las uñas. En la historia, a Zósimo le fue permitido visitar en una visión a este pueblo. Para poder llegar a su tierra, Zósimo y su pueblo tuvieron que viajar a través de desiertos, pasar por neblinas de una obscuridad intensa, cruzar el océano y llegar de un árbol que daba fruto puro y de donde emanaba agua de una dulzura como la de la miel. (Véase estos mismos elementos en 1 Nefi 8:10-12 y 11:25).

Después de analizar algunos de los aspectos técnicos de este documento proveniente del Cercano Oriente, el profesor preguntó a la clase: ¿Qué conclusión podemos sacar con respecto al relato de Zósimo? ¿Es una narración judía o cristiana?" No teniendo mucho que decir, los miembros de la clase estaban a punto de catalogar el relato como un escrito que no se podía clasificar por ser totalmente diferente a cualquier escrito que jamás hubieran visto. Para ese momento ya no podía mantenerme callado por más tiempo, y le relaté a la clase la historia de Lehi y su familia y les hablé más acerca del Libro de Mormón. Cuando terminé mi presentación, el grupo tenía menos que argumentar, por lo que el profesor dijo: "Clase, permítanme añadir unas cuantas cosas más acerca del Libro de Mormón". Procedió entonces a describir el uso que el Libro de Mormón le da a la técnica del quiasmo, de la referencia que en Alma 13 se hace de Melquisedec y de otros puntos importantes que él y yo habíamos analizado durante nuestras conversaciones privadas, y concluyó diciendo: "Bueno, ¿a qué conclusión podemos llegar en cuanto al Libro de Mormón?" Aunque algunos de los participantes finalmente concluyeron que la mejor solución era identificar a José Smith como un escriba judío reencarnado, para mí fue muy importante el hecho de que el estudiante que más había demostrado sarcasmo durante mis previas alusiones al Libro de Mormón era quien ahora me preguntaba si podía saber más.

¿Qué es lo que esta clase de experiencias significan? Si se estudian individualmente, tal vez no parezcan sorprendentes; sin lugar a dudas, cientos de experiencias similares a ésta han ocurrido cuando las personas han tomado en serio el Libro de Mormón. Aunque una por una no han despertado gran interés, al juntarse, añaden un testimonio muy importante de la veracidad del Libro de Mormón.

Tal vez sea fácil para el erudito que no es mormón desechar casualmente el Libro de Mormón, ya que cuanto más versada sea la persona, más es la tendencia que existe a descartar el libro. Para el erudito perspicaz, las planchas de oro, un ángel, un joven profeta vienen a sonar como un relato de lo sobrenatural. Su estilo aparentemente sencillo y su relación tan concisa con otras escrituras hebreas antiguas parecen catalogarlo como un engaño insensato e irrisorio. Sin embargo, al final no es el libro el que carece de sentido, sino los que así lo consideran. Uno de los grandes errores que algunos de nosotros cometemos es la tendencia de juzgarlo (favorable o desfavorablemente) sin examinarlo y entenderlo a fondo como deberíamos.

Y ¿en qué forma se relaciona esto con un seminario de graduados, un grupo de eruditos de Oxford, un panel de jueces, un estudiante haciendo investigaciones, un teólogo, un profesor, etc.? La respuesta es muy simple. En mi experiencia, el Libro de Mormón es un instrumento maravilloso del Señor. Es sorprendente verlo hacerse acreedor de respeto y obtenerlo para el evangelio de Jesucristo. Al igual que la piedra que fue reprobada por los edificadores, pero que llegó a ser la cabeza del ángulo (Hechos 4:11, Salmos 118:22), el Libro de Mormón, también una piedra angular, en ocasiones ha sido rechazado por muchos edificadores fieles en otros as-pectos. Pero como muchas veces ocurre con aquello que es verdadero, la sabiduría de los sabios tiene que desvanecer ante el Señor (Isaías 29:14). Y cuando ocurra, la convicción y una forma más elevada de respeto reemplazará a la duda.

Nunca he visto que al Libro de Mormón le falte justificación alguna. Aunque en la mente de algunos lectores ha suscitado muchos interrogantes, siempre me he sentido recompensado en vez dedesilusionado por las respuestas que estas preguntas proporcionan. El en-contrar estas respuestas lleva a la convicción, y el estar convencido nos conduce al respeto, el cual algunas veces nos deja ver claramente el sendero hacia el testimonio.

Yo sé que es importante desarrollar y ayudar a otros a sentir respeto por el Libro de Mormón. Es la palabra de Dios. y todo aquel que lo posea será juzgado por él. Es Escritura sagrada que se nos ha dado para "enseñar, para redargüir . . . para instruir en justicia". (2 Ti. 3:16.) Sería ideal que todos pudiesen aceptar un ejemplar del Libro de Mormón sin desconfianza alguna, para que después, por medio de la oración y con humildad, pudieran recibir del Espíritu Santo el testimonio de que es verdadero. Pero no siendo las circunstancias tan ideales como quisiéramos, es bueno que el libro en sí merezca el respeto de muchos.

Por el respeto que siento hacia este libro, me encuentro más cerca del Señor. Estoy agradecido porque tan hermosa relación aumenta el amor que siento por las palabras de este precioso registro, y así, a medida en que mi respeto por este libro aumenta, yo también continúo progresando.

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